miércoles, 15 de octubre de 2008

EL CHILE DE HOY : PARAISO DE LA DELINCUENCIA


A menudo me pongo a cavilar sobre la época actual que vive nuestro país y no puedo evitar el temor que me sobreviene al pensar en los tiempos que vendrán y que les tocará vivir a nuestros hijos y a nuestros nietos, el país que heredaremos para ellos.

No soy de ningún partido ni me anima favorecer o perjudicar a ninguno, solo que como ciudadano común quiero esbozar una crítica sana y objetiva de la realidad que a diario observo, y sugerir desde mi punto de vista con la misma objetividad, lo que pienso debiera ser un país ideal o al menos el intento de poder alcanzarlo.

En los últimos tiempos hemos avanzado a pasos agigantados en materias como tecnología, computación, economía, comercio exterior, innovación, emprendimiento, procesos de integración, etc. Somos primeros actores en la globalización, somos los vecinos top de la Región, pero sin embargo, pareciera hemos retrocedido siglos en otras áreas propias del ser humano y de la vida, como es la sensibilidad humana, la pertenencia social, la solidaridad, los principios, los valores, el respeto a los demás y el disfrute de la vida, por nombrar sólo algunas.

No hace mucho me tocó asistir a un seminario sobre identidad y participación ciudadana y me resultó penoso conocer los bajos índices que se advierten en nuestro país en relación a la identidad que como chilenos percibimos de nuestro propio pueblo, llegando casi a pensar que tal identidad no existe, lo que es todo un orgullo para otros países menos desarrollados que el nuestro.
Es cosa de ver la vida cotidiana, el diario vivir de cada uno de nosotros, estamos insertos en un mundo individualista, impersonal, materialista, arribista, en que casi no conocemos a quien es nuestro vecino ni nos interesa saber quien es y ni siquiera pensamos en saludarlo y ofrecerle nuestra ayuda y menos nuestra amistad. Ya casi no existen los barrios, la comunidad de antaño, en que todos se conocían, se ayudaban, se protegían. Hoy las plazas han pasado de lo que eran, un centro de reunión social natural de familias y principalmente de jóvenes y niños, a convertirse en un centro de vagos y drogadictos que se han apoderado de estos lugares y que más vale esquivar ante el riesgo de ser asaltados. Hoy el centro de reunión son los shoppings o los supermercados, pero allí no disfrutamos, no compartimos, no nos relajamos, no nos relacionamos, sino sufrimos o disfrutamos gastando en lo que sea, haciendo ostentación, aparentando. Este es un botón de muestra de lo que es el Chile de hoy, así somos los chilenos hoy.

Y qué fue de los emporios de barrio, de la botica de la esquina y de los lugares de encuentro de antaño, de los antiguos clubes sociales o deportivos, de montaña, de pesca, bomberos, cruz roja, defensa civil, instituciones de las que se sentían orgullosos quienes pertenecían a ellas y que hoy vemos casi como algo ajeno, y hasta con cierta curiosidad. Si es cosa de mirar la poca o nula participación en los Centros de Padres y Apoderados, en lugar de expresar realmente cuan interesados y cuanto nos preocupan la educación y las actividades escolares de nuestros hijos, preferimos mantenerlos alejados (“una lata”) y preferimos quedarnos en casa viendo la tele, o dejándole a otros se hagan cargo de la directiva y las actividades, porque nosotros “no tenemos tiempo”.

La familia misma ha tenido un giro de 180° ya nada o casi nada queda de lo que eran las reuniones familiares a diario, las conversaciones al almuerzo, a la cena o simplemente en el jardín o la terraza. Hoy cada uno tiene un televisor en su pieza y los niños pueden pasar horas solos con su play station o en la internet, sin que a sus padres les importe mucho como les vá en el colegio y si de verdad están formando una persona responsable, que se mantiene sana o ha caído en el mundo de las drogas. El niño no se siente parte de la familia, no percibe el calor de hogar, el cariño, el afecto y preocupación de sus padres, quienes a su vez, erróneamente “descansan” en los profesores creyendo que a ellos les corresponde la educación de sus hijos y caemos en una espiral, puesto que tampoco los profesores actuales están suficientemente preparados o motivados como para transmitir sus conocimientos de una manera coloquial, sino se limitan a repetir o hacer repetir como loros fórmulas o frases que más tarde los alumnos nunca utilizarán en la vida real.
Un error fatal que cometemos los padres es pensar que entregándole todos los bienes materiales posibles a nuestros hijos (para que no pase por lo que yo pasé) automáticamente o automágicamente nos convertimos en “excelentes padres”.

Ni que hablar del respeto a la sociedad, a la autoridad, al orden establecido. Hemos confundido libertad con libertinaje y se privilegian los derechos de los delincuentes por encima de los de las víctimas. Antiguamente era una vergüenza para una familia tener un hijo delincuente, hoy algunas hasta presumen de ello.

Hemos caído en el espiral de la delincuencia y la drogadicción, un círculo vicioso que es cada vez se ahonda más. La mayor parte de los asaltos son protagonizados por adictos a la droga que delinquen para obtener dinero y seguir consumiendo.
Estamos ante un problema grave, complejo, sin solución aparente, porque proviene de las raíces mismas de nuestra idiosincrasia, de como nos comportamos, de lo poco que nos queremos o nos respetamos como personas, como hermanos nacidos en una misma tierra. Se podría decir que es un problema cultural y talvez hasta de ribetes genéticos. Podríamos aprender de otros países, incluso de un nivel económico por debajo del nuestro. Ellos disfrutan más la vida, son más tolerantes, menos agresivos y se respetan más entre ellos. En cambio nos creemos superiores y algunos hasta inteligentes porque son capaces de trampear al otro, evadir el pago de lo que corresponde, o porque nos aprovechamos del crédito fiscal del Estado para poder estudiar, pero cuando nos toca a nosotros pagar para que otros también puedan tener la misma oportunidad, nos hacemos los desentendidos, en una muestra de ruindad increíble.

Para colmo de males, las instituciones en Chile funcionan ….muy mal. Los políticos no hacen nada por el bien común, privilegiando su bienestar personal; la salud está por los suelos, los médicos prefieren ganar harto dinero y olvidarse del juramento hipocrático; la educación es sin duda una de las más malas del continente y seguimos produciendo “profesionales” universitarios de carreras que de un comienzo se sabe no tienen ningún futuro laboral, con programas de estudio inconsistentes y muchas clases de relleno, dictadas por Universidades sin acreditar.

Pero la gota que sin lugar a dudas rebalsa el vaso, es el rotundo fracaso del nuevo sistema procesal penal chileno, algo que nació muerto, una mala copia de algo que para funcionar requiere de la honestidad de las personas, la buena fé y el real sentido de la justicia, en circunstancias que somos justamente lo contrario, agravado con jueces “in” : inexpertos, incompetentes e inoperantes. Hoy la delincuencia se ha tomado las calles, las casas y el patrimonio de todos con la más absoluta impunidad, actuando sobreseguros, a sabiendas que si llegan a pillarlos van a salir libres al día siguiente. Y que más se puede hacer con testigos aterrados ante las amenazas de los delincuentes, sus pandillas y familiares, mismas amenazas que sin duda alcanzan a los propios inexpertos jueces. Al final la justicia es un chiste, las policías hacen el ridículo, la gente denunciando también, y para rematar, las estadísticas muestran que los delitos han disminuído en circunstancias que cada vez son más y de mayor violencia. La guinda de la torta la pone el Ministro vocero del Gobierno que en forma irónica y burlesca se ríe de todo ésto y quiere hacerlo parecer como un “montaje” de los medios de comunicación. ¡ En qué país vive este señor!.

Por otra parte, es tal el grado de descontrol social que existe que a ratos pareciera que avanzamos peligrosamente a una situación sino similar, al menos con muchos visos de lo que ocurría con anterioridad al derrocamiento del presidente Allende. Las protestas y desfiles que esperan llamar la atención por algo que puede ser justo, se han convertido en la ocasión propicia para que delincuentes se amparen en ellas para cometer sus fechorías. Además, por una cuestión de imagen y de hacer lo políticamente correcto, las policías se ven impedidas de actuar como debieran ante estos hechos vandálicos y ante la constante amenaza de sus propias vidas. No es posible que un delincuente con una bomba molotov, que en si es un arma, no pueda ser repelido a su vez con un arma, o al menos con balines de goma, porque “podría restar votos” al gobierno y afectar las estadísticas de adhesión a éste, algo que me parece deleznable.

Pero …. ¿ como podemos cambiar al Chile de hoy en lo que estamos fallando ? ardua tarea para gobernantes y gobernados. Intentar cambiar la actual sociedad chilena, a mi modo de ver, requiere de cambios profundos, de transformaciones radicales que nos lleven a cambiar la mentalidad, la forma de pensar actual que es lo que nos tiene entrampados. Se requiere de cambios generacionales, es decir, que desde niños los chilenos nos formemos y crezcamos con una nueva forma de ser y de actuar, en la que se inculquen valores, el respeto y el amor a la vida, al prójimo, la austeridad y la solidaridad, la responsabilidad, el valor del trabajo, el valor de la familia, predicar con el ejemplo como se ha dicho tantas veces, y que al final de cuentas es lo que realmente queda en nuestra formación como algo imperecedero, marcado a fuego como un estilo de vida, pero que todo esto no sea solo un discurso bonito, sino de una firmeza real y efectiva, con la verdadera intención de producir ese cambio coyuntural, generacional.

Pienso que el tema no pasa como se esgrime muchas veces en los discursos demagógicos, por la inequidad en la distribución de la riqueza, que sin dudas existe, pero que más me parece un argumento de los fracasados y aprovechadores e incompetentes de siempre, que buscan echarle la culpa a otro de sus propias falencias. Cuantos extranjeros han llegado a nuestro país, como se dice popularmente “con una mano por delante y otra por detrás” y sin embargo, a poco andar, a costa de esfuerzo y sacrificios, algo que a los chilenos no nos gusta pero sí que todo nos den, han logrado una situación económica envidiable.

La delincuencia tiene solución : Tolerancia cero, así de simple. El delincuente es una lacra social, un cáncer que debemos extirpar, un cáncer que estresa a diario, atemoriza, corrompe y mata al ciudadano honrado y trabajador. Los que pisotean los derechos de las personas honestas no tienen opción a que se les respeten los suyos, el quwe delinque deja de ser ciudadano para convertirse en una lacra. Los delincuentes deben estar donde se merecen, en las cárceles y no libres para que sigan delinquiendo, así tengamos que duplicar o triplicar los presupuestos para su construcción o mantención y que las cárceles sean lugares en que el tipo no quiera volver a caer y no verdaderos hoteles con todo tipo de comodidades como piden y hasta exigen ahora. Los delincuentes deben ser exhibidos públicamente en la prensa y la televisión someterlos al escarnio público, que todo el mundo sepa quienes son y mantengan el repudio permanente de la sociedad, de la gente honesta y no como ocurre ahora, en que les tapan la cara a quienes han cometido crímenes aberrantes. El castigo social es él mejor castigo, darle penas ejemplificadoras a quienes se las merecen, no podemos ser tan ilusos de creer que existe la reinserción social, un chiste de mal gusto del que más gozan los propios delincuentes.

Un hijo de delincuentes, lo más probable es que también lo sea, un fenómeno exponencial que se ha dado en las últimas décadas en nuestro país, ya que si una pareja de delincuentes tienen 6 hijos, se potencia el fenómeno de la delincuencia en lugar de disminuírlo, por lo que una solución práctica y efectiva debiera ser esterilizar a los delincuentes más peligrosos para que no sigan lanzando al mundo hijos de su calaña, aumentando más el problema. Sé que esta postura implica un cambio radical, van a surgir detractores que me van a calificar de satánico, inquisidor o algo por el estilo, pero si no se produce esta purga generacional no podemos pensar en disminuír o luchar contra la delincuencia, tan blandamente pues toda otra forma de combatirla es una batalla perdida.

¿ Estaremos a tiempo de revertir y ganar la guerra que es lo que interesa?

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